27/7/11

Donde habite el olvido


.William Holman Hunt


Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.


Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

.Luis Cernuda

♥Zyla♥Rose

17/7/11

Ella, él y el deseo.



Él solía sentarse por las noches
a pronunciar palabras de amor.
Ella tejía sus certezas.
Eran como un hombre
y una mujer, bailando.
Ella y Él eran un momento de amor,
un sueño que se repite,
siempre interrumpido.
Ella, triste de recursos,
era una forzada acompañante,
detenida al borde del camino,
intentaba obstaculizarlo de reproches.
Él, le daba a veces algo de su espalda,
para que ella intentara
continuar su muerte-vida.
Él, como los hombres,
temía la soledad.
Ella, como las mujeres,
envidiaba la indiferencia,
amaba la pereza.
Ella esperaba de él,
que él teniendo, ella tendría.
Él sólo tenía lo que aparentaba.
Él aparentaba lo que ella le permitía.
Ella era hierática, muda.
Esperaba su premio de amor,
Él era capaz de morir de espanto
ante aquellos ojos apremiantes.
Muerto no estaba obligado a nada.
Él era triste las tardes de otoño.
Ella era la dueña de su cama.
Ella, pobre, ambigua,
se aferraba a los barrotes de la cárcel.
Él, aburrido, atónito, lustrábalos.
Ella estaba más allá del bien y del mal.
Él, estaba más acá.
Ella lo quería sin esperanzas.
Él, centauro inoxidable,
la amaba sin temor.
Ella era como un hombre.
Él era su mujer.
Ella era como un hombre sin mujer.
Él era como una mujer sin hombre.
Ella era como una mujer, mujer.
Él era como un hombre.
Él era como un hombre muy hombre.
Ella era como una mujer a solas.

María Chévez
Pintura: Mercedes Fariña

♥Zyla♥Rose

11/7/11

Lento prodigio del pecado...


En el declive de mis ojos se repliega la noche
que tu sexo desgaja como una magnolia herida
por el fulgor subterráneo de los fuegos:
lento prodigio del pecado.
Mi voz arrastra la palabra yacente
en el valle de la espesa vigilia
y una miríada de pájaros sumisos
desnida el tejido del lenguaje.
Agostada de luz
se resuelve la epidermis del instante
donde la muerte es apenas
una fábula agónica.

-De Daniela De Angelis // Imagen, Jorge Gay-

♥Zyla♥Rose

5/7/11

ALIMENTO


Anwen Keeling
.
El hambre de ti me acucia,

me urge ampliar instantes furtivos

brevísimos para la piel.

Aunque gracias a la memoria,

un tren de larguísimo recorrido,

hago escala en infinitas estaciones,

alargo los gozosos abrazos

y la bebida de dioses

que con tanta ansia

intercambiábamos

boca a boca:

(resina inconfundible la tuya)

me alimento a destajo.

Y me bebo hasta la tierra

que se azora debajo del vagón restaurante


al escucharme clamar lujuriosa

tu nombre

y hasta el tu sombra.



♥Zyla♥Rose

1/7/11

Terciopelo y seda


Cohen Fuse


De terciopelo y seda era su cuerpo,
pero no lo vio nadie.

La enseñaron, ya desde pequeña,
a trabajar muy duro y no quejarse.
A levantarse al alba, blanca y fría,
a ser ave sin vuelo, flor sin aire.

Un día marcha a la ciudad inmensa.
Allí conoce a un hombre, uno de tantos,
pequeño y arrogante.
Los hijos le vendrán sin desearlos,
sin desear a nadie.

Y seguirá cosiendo y cocinando.
Es su deber. No lo discute nadie.
La vida va pasando lentamente
detrás de los cristales.

La enseñaron a ser el pan que se cocina,
la mesa que se pone, la ceniza que arde,
y así vivió su triste y corta vida,
ignorada e ignorante
de todas las bellezas de la tierra.

Nunca de la pasión de los sentidos
le hablaron. De cómo un beso
puede encender el aire.
Y una sencilla, dulce melodía,
hasta el cielo elevarte.

Un día se durmió en la vieja mecedora.
Para siempre. Sin haber florecido.
Marchita ya la tez, marchita el alma.
Como tantas mujeres innombrables.

De terciopelo y seda fue su cuerpo
y no lo supo nadie.

Pino Betancor (1928-2003)

♥Zyla♥Rose